En un pequeño pueblo de Aragón, en Torrecilla de Alcañiz, vive una familia dedicada al sector principal, el sector primario. De generación en generación se ha ido traspasando no solo el negocio familiar, sino todas las habilidades, conocimientos y hábitos únicos que han ido descubriendo y perfeccionando año tras año, cosecha tras cosecha, camada tras camada.
Cada contexto ha hecho que su día a día se adapte a las nuevas formas de trabajar en la agricultura y la ganadería. Lo que antes eran prácticas muy tradicionales, hoy se llevan a cabo con métodos distintos y más prácticos. Aunque la esencia del trabajo sigue siendo la misma, la rutina diaria ha cambiado y se ha hecho más sistemática, permitiendo cuidar mejor de los animales y del terreno, sin perder nunca la conexión con la tradición familiar.
Torrecilla de Alcañiz, 1986
Son las cinco y media de la mañana en Torrecilla de Alcañiz. Todavía es de noche cuando la familia se pone en pie. Un café rápido y empieza la jornada. Con la linterna en la mano, el primero en entrar a la nave revisa que los animales estén tranquilos. El olor es fuerte y el aire, denso, porque no hay más ventilación que alguna ventana abierta.
A las seis, comienza la tarea más dura: repartir la comida. Saco tras saco, se cargan a la espalda y se van llenando los platos uno a uno. Es un trabajo lento y físico, que ocupa buena parte de la mañana. A veces se hace a ojo, confiando en la experiencia para calcular la cantidad justa.
Hacia las nueve, toca volver a revisar. Algún animal que no come, una puerta que no cierra bien, una bombilla que se ha fundido… siempre hay imprevistos. Todo se anota en una libreta: consumos, camadas, incidencias.
Cuando aprieta el calor, la solución es abrir puertas y ventanas. Poco más se puede hacer. En los días de verano, la preocupación es constante: ¿aguantarán los animales hasta la tarde?
La jornada sigue con la limpieza, con pala y escoba, hasta que cae la noche. A las nueve o diez, se cierran de nuevo las puertas de la nave. El cansancio es grande, pero mañana volverá a empezar igual.
Torrecilla de Alcañiz, 2025
Hoy son también las cinco y media de la mañana en Torrecilla de Alcañiz. El día empieza pronto, como siempre. La diferencia es que antes de entrar en la nave, la familia ya ha consultado el sistema de control: la temperatura está estable, los ventiladores funcionan, los animales han tenido acceso al agua toda la noche y no se detecta ninguna anomalía. El olor es más suave, y el aire se mueve gracias a la ventilación regulable que mantiene la nave siempre en condiciones óptimas.
Uno de los grandes cambios está en el control ambiental de Fancom, con sistemas de ventilación regulables de bajo consumo. Esto permite mantener una temperatura estable en cualquier momento del día, asegurando un entorno idóneo para el crecimiento de los pollitos y, al mismo tiempo, optimizando el consumo energético de la granja.
En los días más calurosos, el sistema de cooling evaporativo se activa automáticamente, refrescando el ambiente y garantizando que los animales no sufran estrés por calor. Un control preciso y eficiente que marca la diferencia tanto en el bienestar animal como en el rendimiento productivo.
A las seis, ya no hace falta cargar sacos. El sistema de alimentación automática con el plato Minimax de Roxell reparte la cantidad exacta de pienso en cada plato. Los pollitos comen desde el primer día con acceso fácil y uniforme, lo que reduce desperdicio y asegura un crecimiento equilibrado. Mientras tanto, se aprovecha para revisar en las pantallas los consumos y el estado de cada zona.
Sobre las nueve, hay tiempo para un café más tranquilo. El trabajo sigue, pero ahora las rutinas están más organizadas. Se comprueba que todo sigue en orden: los niveles de agua, siempre frescos y limpios gracias a los bebederos Plasson con sistema de flushing, que eliminan cualquier suciedad de manera automática y aseguran que los pollitos siempre reciben agua a una temperatura adecuada.
La iluminación también es distinta a la de antaño: las luces LED de Hato Lighting llenan la nave de una claridad blanca-cálida y homogénea, sin parpadeos, creando un entorno tranquilo que se adapta a cada etapa de crecimiento con una simple regulación.
Incluso la organización del espacio ha cambiado. Con las vallas de Plasson, la nave se divide en zonas más manejables, lo que permite controlar mejor a los pollitos en sus primeros días y facilitar su cuidado.
La tarde se centra en la limpieza y preparación del día siguiente. Las instalaciones están diseñadas para que todo sea más ágil y menos físico. Cuando se apagan las luces, alrededor de las nueve, la familia sabe que los animales quedarán en un entorno estable hasta la mañana siguiente.
El trabajo sigue siendo exigente, pero ahora se hace con más control, menos incertidumbre y la misma dedicación de siempre, combinando la experiencia de generaciones con la eficiencia de la granja que han construido.
Lo que antes requería esfuerzo físico y muchas horas de intuición, hoy se apoya en instalaciones que ofrecen control y tranquilidad. Sin embargo, la verdadera fuerza de la granja sigue siendo la familia, que ha sabido transmitir su compromiso con el campo de generación en generación. Con la ayuda de New Farms, tradición y modernidad se unen para asegurar que este legado continúe vivo muchos años más.